Desde 1929, el 4 de octubre es el Día Mundial de los Animales por iniciativa de la Organización Mundial de Protección Animal y en conmemoración de San Francisco de Asís, religioso que predicó amor por la naturaleza y el rechazo al maltrato animal, con lo que el Papa Juan Pablo II lo declaró Patrono de los Animales y de los Ecologistas, según la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Además de su relación con la cristiandad, es un día celebrado en el mundo, donde organizaciones e investigadores buscan cumplir con el objetivo principal: la conservación de las especies animales en el planeta. Sin embargo, para Michoacán no ha sido fácil, pues entre el 60 y 70 por ciento de sus especies corren algún grado de riesgo, señala Josué Rangel Díaz, catedrático e investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).
Aunque se le ha catalogado como uno de los cinco estados megadiversos del país, por la gran cantidad de animales y plantas que habitan en él; anfibios, mamíferos, aves, reptiles y peces en la entidad son «amenazadas, sujetas a protección especial y otros que entran en la categoría de probablemente extintas en el medio silvestre», comparte Rangel.
Las actividades antropogénicas o antropomórficas, que son el crecimiento de la población, la demanda de más recursos para lograr sobrellevar la vida diaria; ocupar mayor territorio para la construcción de nuevas viviendas en áreas que deberían estar protegidas; la construcción de vías de comunicación, presas y servicios básicos como escuelas, entre otros. Igualmente, el cambio de uso de suelo, la cacería ilegal, el tráfico de especies y la contaminación es lo que repercute en la extinción de diversos ejemplares en el estado.
Por ejemplo, los peces de agua dulce, como el pez blanco y la acúmara del lago de Pátzcuaro, se encuentran en grave peligro de extinción por el desabasto de agua ante la gran demandan del sector agropecuario, ganadería y agricultura, ocasionado principalmente por el cultivo de berries y aguacates.
«También en estos cuerpos de agua se descargan los asentamientos humanos y los derivados de plantaciones agrícolas que traen fertilizantes y otros pesticidas que afectan a los lagos y matan a las especies que los residen», subraya el médico veterinario zootecnista.
Zirahuén, Cuitzeo y Zacapu pasan por la misma situación que impacta a los anfibios como ajolotes, sapos y ranas al transpirar los agentes contaminantes que caen en las aguas, perjudicando también a las aves como al pelícano borregón.
Asimismo, guacamayas y pericos en Tierra Caliente y la Costa Michoacana son afectados por el tráfico, ante la alta demanda y comercialización en mercados, provocando que la gente se lleve o saqueen los nidos.
Los mamíferos más amenazados en el territorio michoacano son el puma, jaguar, ocelote, tigrillo y lince, asegura el investigador, lo que preocupa por estar en los niveles altos de las cadenas alimenticias. «Son los responsables de regular las poblaciones y cuando no hay estas especies, pues empiezan a crecer incontroladamente otros ejemplares que llegan a dañar el equilibrio ecológico que se encuentra en dicho ecosistema», explica.
De igual manera profundiza en los daños hechos a murciélagos e insectos polinizadores, mismos que aportan a la producción de frutos. «Algunos murciélagos ayudan a polinizar el agave y no hay otro insecto que lo pueda hacer. Luego no tenemos la consciencia del beneficio que nos otorgan».
Rangel dice que en el 2018 las autoridades nacionales pausaron las acciones en pro de los animales, pero los michoacanos pueden aportar a mejorar las condiciones de la biodiversidad al no comprar especies silvestres, plantas o animales; evitar la contaminación, usando menos el automóvil; aprovechar de mejor manera los recursos energéticos, no desperdiciar el agua, separar los desechos y cualquier cosa que impacte de manera positiva en el cuidado de las especies.