El gobierno federal, medios de comunicación o diversos artistas, hacen un llamado general a resguardarse en los hogares para evitar la transmisión del virus, pero en México décadas de ataques a las condiciones laborales, el aumento del trabajo informal, la incertidumbre en la que viven millones de personas que viven al día hacen que las recomendaciones sanitarias sean sólo para unos cuantos.
La ciudad muy temprano comienza a despertar con los primeros trabajadores que salen a las calles buscando cumplir su jornada, poco a poco las calles, las líneas de metro y los camiones se van llenando de gente y con prisa escuchan las recomendaciones del subsecretario, pero que no pueden arriesgarse al descuento.
Los vendedores van a la Merced a surtir sus negocios acompañados de ayudantes improvisados porque en sus escuelas se suspendieron las clases por el virus y no quieren que se contagien.
Los trabajadores de limpieza del metro, la mayoría ancianos o personas con discapacidad, desde muy temprano están barriendo y limpiando el rastro del paso de miles de personas por el transporte colectivo, ellos que son de los que hablan en las noticias que tienen que resguardarse limpian la basura de todos sin que ni siquiera les den guantes.
Los puestos de antojitos que recorren las esquinas de la ciudad de norte a sur se montan poniendo gel o quién cocina usando un tapabocas azul para dar un poco de tranquilidad a los comensales acostumbrados.
Los productos se transforman, las mercancías se venden, entregan y realizan gracias al ejército de trabajadores que no podemos darnos el lujo de quedarnos en casa.
Resguardarse de la pandemia es un lujo del que no dejan de hablar los presentadores en radio y televisión, dando los mejores consejos para no aburrirte en casa, o como aprovechar el tiempo en el hogar.
Para muchos trabajadores no existe eso, lo repiten una y otra vez para romantizar la idea de la cuarentena y hacerlos sentir culpables del contagio.
La situación en la que se vive, la precariedad, el estado de los servicios de salud es consecuencia de la voracidad del capitalismo y como siempre los más afectados son los más miserables, los que quieren tranquilizar su psicosis con papel de baño, los que van al súper a comprar atún, los que piensan que pueden resguardarse viviendo en hacinamiento.
México no entra en cuarentena y no entrará porque no hay derechos laborales que lo permitan, no hay sindicatos que protejan a sus trabajadores, no hay quien garantice el sustento del día a día, México no para y lo saben sus gobernantes que dan recomendaciones desde el privilegio.
Autor: Oscar Castillo