Este Miércoles 26 de febrero, la Iglesia Católica celebra “El Miércoles de Ceniza”, y así, inicia la Cuaresma.
La imposición de Ceniza, expresa el arrepentimiento, la indignidad y vergüenza, pero a la vez, un reconocimiento de nuestra pequeñez.
En este acto presencial, mientras el sacerdote impone la ceniza, el fiel deberá escuchar estas palabras: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Cf. Mc1,15) o “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver” (Cf. Gén 3,19).
Un signo y unas palabras que expresan la caducidad, la conversión y aceptación del Evangelio, es decir, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicar en la Pascua.
Este día también se hace como respuesta a la Palabra de Dios que invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal. Este acontecimiento de cuarenta días, empieza con la ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz en la noche de la Vigilia Pascual.
La Cuaresma significa un momento de prueba, de purificación, un momento de encuentro y de intimidad con el Señor, por ello, la Iglesia invita a reflexionar y a prepararse para poder vivir el triduo pascual y vivir con fe y amor esa pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que año con año, se hace presente para recordar que él es el único salvador del mundo.
El Miércoles de Ceniza obliga a guardar ayuno, abstenerse de comer carne y se recomienda participar en la liturgia de la imposición de la ceniza.
El origen de la imposición de las cenizas se remonta a una antigua tradición hebrea: los judíos, cuando pecaban o se preparaban para una esta importante, se cubrían con cenizas y vestían con un saco de tela áspera como signo de su deseo de acercarse a Dios.
De este modo querían simbolizar “el arrepentimiento y la voluntad de convertirse”, ya que entendían las cenizas como “signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida”. Así, el cristianismo cogió esta tradición desde los primeros tiempos. La tradición de usar ceniza en esta fecha también explica de dónde debe proceder: no son restos de cualquier cosa quemada, sino que son las cenizas de las palmas del Domingo de Ramos de la Semana Santa del año anterior.