La iglesia católica publicó un documento titulado “El buen samaritano”, en el cual expresa su desaprobación a la eutanasia y al suicidio asistido, catalogándolos como un “acto de homicidio” que nunca podrá ser justificado. En dicho documento se menciona que la eutanasia es un “crimen contra la vida humana” y un “acto intrínsecamente maligno en toda situación y circunstancia”.
La eutanasia y el suicidio asistido son actos que provocan intencionalmente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable, evitando así, el sufrimiento prolongado del paciente.
En la eutanasia, un médico administra un fármaco que provoca la muerte del paciente y en el suicidio asistido el propio paciente es quien administra dicho fármaco.
Actualmente la eutanasia es legal en Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, en España y Portugal se está considerando su legalización y en nueve estados de Estados Unidos y Washington es legal la asistencia a morir.
Aunque estos actos son con el fin de evitar el sufrimiento de las personas, el Vaticano afirma que todos aquellos que aprueben leyes a favor de la eutanasia y el suicidio asistido serán “cómplices de un pecado grave que otros ejecutarán”.
Sin embargo, en el documento también se expresa que la renuncia a medios extraordinarios para mantener a un paciente con vida no es equiparable al suicidio o a la eutanasia, sino que “es un acto que expresa la aceptación de la condición humana frente a la muerte y una forma de respeto de la voluntad del moribundo».